A lo largo de la historia la perspectiva sobre el medio ambiente ha ido evolucionando, considerándose en las primeras revoluciones industriales que el capital natural era inagotable y que la naturaleza podría continuar creciendo, en perpetua regeneración, todo enmarcado en un sistema económico lineal.
Actualmente se entiende que la naturaleza es mucho más frágil de lo que se pensaba, y que el sistema productivo está diseñado únicamente para satisfacer el desarrollo económico. Cada vez hay más conciencia sobre los impactos negativos del ser humano sobre el medio ambiente, activando las alarmas sobre la “emergencia planetaria” que vivimos. Es a raíz de todo esto por lo que surgen los términos sostenibilidad y desarrollo sostenible, con el objetivo de encontrar la capacidad de sostener unas actitudes con el entorno en la actualidad y en el futuro, permitiendo el desarrollo sin arriesgar los recursos para generaciones futuras.
Hay que tener en cuenta que el desarrollo sostenible integra diversos factores: sociales, económicos y medioambientales. Es de ahí donde nace el Triple Bottom Line que busca el equilibrio entre los tres, es decir, establece la creación de un sistema que no perjudique al medio ambiente, que sean socialmente equitativo y económicamente viable. Se ha demostrado que aquellas empresas que emplean esta metodología suelen ser tremendamente productivas a nivel financiero.
Sin embargo, con el sistema económico actual, basado en el consumo masivo y desenfrenado, es muy complicado que las empresas pongan en valor otros factores que no sean el beneficio económico. Conceptos como la fractura metabólica facilitan el entendimiento y denuncian sobre la forma que tenemos de intercambiar materia y energía entre la sociedad y la naturaleza, que como consecuencia llega a generar modificaciones en el medio que son irreversibles y provocan una ruptura en los ciclos naturales.
En el mundo jurídico, con su doble condición de agente de cambio y garante de los derechos fundamentales, no puede mantenerse al margen de la problemática actual que afecta a las generaciones presentes y futuras en relación con el medioambiente y las políticas sostenibles. Debemos fomentar el sentido de la responsabilidad y asumir compromisos con el ejemplo, y tenemos la obligación de garantizar las posibilidades futuras de permanencia de la profesión y la institución dentro de las nuevas tendencias que contribuyen a un mundo más sostenible.
Para crear una sociedad más justa se debe legislar en favor de políticas que promuevan el desarrollo sostenible. La ONU, con el objetivo de atajar los grandes problemas y desafíos generados por esta fractura metabólica, adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad.
Luchar por un mundo mejor, más justo y equitativo, es un deber que como seres humanos tenemos para con las próximas generaciones.