En Extremadura 9 de cada 10 negocios son empresas familiares que, tal y como se reflejó en el I Congreso Regional de la Empresa Familiar, supone el el 91,5% de las empresas son familiares, que generan el 85% del empleo privado y con una aportación del 84% al PIB regional.
De ahí que el relevo generacional pase a ser una cuestión sustancial. Generaciones dentro de un negocio familiar se enfrentan en ocasiones a situaciones en las que no se delegan parcelas de decisión ni oficial ni oficiosamente , sintiéndose en ocasiones espectadores de cómo un negocio viable, e incluso con holgura, puede empezar a perder oportunidades.
Es una realidad que el nivel de fracaso de la segunda generación alcanza cifras de hasta el 56%; y lamentablemente la tercera generación llega a un nivel de fracaso del 80%. Por ello resulta especialmente importante hacer una profunda reflexión y pensar en la importancia de establecer protocolos de sucesión en el negocio familiar. Máxime teniendo en cuenta que el cierre de este tipo de negocios puede conllevar el fin de las buenas relaciones entre familiares.
Un error frecuente deviene de la resistencia del progenitor a delegar todo o parte de su poder en la toma de decisiones en la empresa. Ello se puede percibir o puede implicar una negativa del progenitor a la introducción de cambios, la digitalización o la innovación del negocio en la dinámica cotidiana de la empresa; con la consecuente incapacidad para adaptarse al mercado. Si un empresario tiene resistencia al cambio por desconocimiento de los nuevos métodos que van asentando en el mercado, o por una confianza ciega en los procesos que le llevaron hasta el lugar en el que actualmente se encuentra, no confíar en la generación que le ha de relevar puede desmotivarla hasta quizá alcanzar un punto de no retorno en aquellos llamados a relevarle.
Otro de los errores que se cometen es la escasa o incluso nula retribución económica que en ocasiones se da a la generación que va entrando en el negocio de manera incipiente. Se ofrecen pagos en especie mediante la compra de algún vehículo, estar en precario en algunos de los bienes inmuebles del progenitor, o simplemente, cubriendo los gastos más sencillos como puede ser la comida, vestimenta, vacaciones u otros análogos; dilatando esta situación en el tiempo más de lo que podría resultar razonable. Ello dificulta la independencia personal del familiar, y el desempeño de los distintos roles, cuyas responsabilidades terminan quedando difuminadas y absorbidas por quien todavía mantiene la dirección de la empresa.
El esfuerzo que conlleva hacer viable y sostenible un negocio bien merece acometer protocolos de sucesión empresarial, como una prueba más de calidad y madurez empresarial a implementar en nuestras empresas y en nuestra idiosincrasia.