Mi nombre es Alicia Mato Romero, graduada en Finanzas, Contabilidad y Administración y Dirección de Empresas y hasta hace unos meses «sin experiencia laboral». Hay pocas cosas más desesperantes que ese círculo vicioso al que nos enfrentamos muchos jóvenes cuando tratamos de introducirnos en el mercado de empleo, sin experiencia no hay trabajo y sin trabajo no hay experiencia, un bucle que da lugar a un frustrante parón nada más salir de la Universidad.
Consciente de esta problemática el Ministerio de Trabajo puso en marcha una iniciativa (financiadas por lo fondos Next Generation), llamada Programa Beta Joven y la ha impulsado como proyecto piloto en tres territorios (Euskadi, Extremadura y Comunidad Valenciana) a través de los correspondientes gobiernos autonómicos, con 166 plazas de prácticas y con la idea de extenderla al resto del país si la iniciativa funciona.
Bálamo Legal Fiscal, ha participado en dicho programa y yo he tenido la oportunidad de coger esta lanzadera, con la cuál me incorporo al mundo laboral, y en este post quiero contaros mi experiencia.
La experiencia universitaria y el mercado laboral son mundos completamente distintos. Pese a los esfuerzos que se han ido realizando los últimos años por parte de las distintas administraciones por acercar la educación superior a la situación actual del mundo del trabajo, son todavía muchas las diferencias que existen entre ambos.
En primer lugar, esta oportunidad de trabajo para mí ha supuesto un cambio en la relación conmigo misma. Si en la universidad uno tiene la sensación de trabajar por su propio bien, con el fin de ser capaz de mejorar a nivel de capacidades y de conocimientos propios , en una empresa, la mejora propia tiene consecuencias directas en el entorno. Dicho de otra manera: no sólo yo me beneficio de ser más eficiente y trabajar mejor según voy aprendiendo y adaptándome a mi puesto de trabajo, sino que también la empresa y mis compañeros participan de mis logros, es realmente motivador y supone un punto de orgullo personal.
Las actitudes, conocimientos prácticos y experiencias que solo se pueden obtener cuando te enfrentas al trabajo suponen también un enriquecimiento de la vida personal. Esta dinámica se retroalimenta, las posibilidades de mejora laboral conducen a un aumento de la calidad de vida personal, y viceversa.
La realidad laboral es, lógicamente, muy distinta a la académica. Si en la universidad los temarios que había que tratar y estudiar eran acotados, limitados y guiados por el docente en cuestión, en el mundo del trabajo cabe encontrar la mejor manera para obtener los resultados que nos han sido pedidos. De esta manera, se pierde esa guía o tutorización universitaria para pasar a un entorno de responsabilidad personal en el que cada uno es responsable de su parcela, tanto para bien como para mal.
La inserción en prácticas remuneradas en el mundo laboral permite, además, conocer distintas realidades. No se trata solo de la autosuficiencia económica, tambien de la capacidad de aplicar los recursos aprendidos que son la base de la carrera profesional y la de encontrar puntos en común con personas con la que una no habría podido sospechar que las tenía. Así pues, tener responsabilidades laborales supone acercarse y poder entender a todas las personas que se encuentran en una situación profesional semejante a la mía. Yo, particularmente, he compartido con otros compañeros mi inquietud por esos primeros momentos en los que la oportunidad laboral no parece llegar; ahora, sin embargo, estoy sintiéndome muy cercana a otras personas que, como yo, están comenzando sus carreras profesionales, aunque sea en campos muy alejados al mío.
Además, empezar a formar parte del ámbito laboral supone poner en perspectiva las posibilidades de futuro que existen en el mundo. Así pues, uno empieza a ser capaz de intuir trayectorias profesionales según sus gustos personales no solo en el corto plazo, sino también en el largo. Nunca antes uno habría podido imaginar que las decisiones que tomara ahora podrían tener consecuencia dentro de diez, quince o veinte años. Cada paso que doy ahora es el primer paso del camino que habré recorrido cuando tenga cincuenta años.
La relación entre el mercado de trabajo y la universidad va avanzando, aunque a pasos lentos. Cuando uno asiste a clase, puede encontrarse con un temario actualizado o con apuntes que no han cambiado y cuya unidad monetaria por sistema es la peseta. Afortunadamente, cada vez parecen ser menos los profesores que no optan, en cierta medida, por modernizarse y adaptarse a la realidad actual, pero todavía queda mucho camino por andar.
En este sentido, parece clave la inserción de las prácticas dentro de los currículos académicos. Ningún conocimiento teórico, ninguna clase magistral, puede igualar el valor que está teniendo para mi llegar a mi puesto de trabajo y tener que adaptarme a él. El haber tenido la oportunidad de estas prácticas durante 6 meses me ha hecho aterrizar y ser consciente de verdad, de aquello para lo que me he estado preparando, ahora me siento más segura. Ha sido una fantástica experiencia en la que sé que he aportado y me han aportado, tanto en lo laboral como en lo personal. Creo que son necesarias más iniciativas de este tipo que nos faciliten la inserción laboral, y con ello el objetivo para el que tantos años llevamos invirtiendo y preparándonos.