Me voy a hacer “spoiler” desde el principio pero no por ello vamos a perder emoción en el planteamiento. En el sector legal del presente y para el futuro resulta esencial el equilibrio entre el ejercicio de la abogacía general y la especializada.
La mezcla entre ambas posiciones es lo que genera estructuras competitivas y de calidad y profesionales y servicios completos y con capacidad para atender las necesidades del mercado.
Proliferan las llamadas boutique legales con prestaciones cada vez más especializadas y de servicios más monográficos. Y frente a ello suele erigirse el “abogado de toda la vida”, hombre orquesta, versátil y flexible y presto a atender cualquier tema de cualquier rama jurídica.
Pues bien, realmente no cabe lo uno sin lo otro y lo otro sin lo uno, ni para los clientes ni para conseguir cotas de profesionalidad acordes con los tiempos y las demandas del entorno. La polarización es una trampa y esa confrontación es un artificio improductivo.
Para ser un profesional de máximo nivel hay que exigirse unos conocimientos amplios y generales como base. Es como el sofrito de cualquier guiso o elaboración. Sin ese fondo la receta pierde mucha calidad.
En definitiva una visión extensa y expansiva de la profesión, de todas las ramas, un contacto con cada una de ellas o con muchas, deviene un pilar diferencial para cualquier desarrollo profesional posterior.
Ahora bien, un ecosistema de tanta complejidad y volatilidad como el actual, de tanta hiperregulación, donde se combina lo global y lo local, es preciso dotarse también de un conocimiento específico, puntual, quirúrgico. Lo da la experiencia, el estudio, la investigación y la necesidad del cliente.
Esa especialización es una seña de identidad y un activo muy valioso que cada vez tiene más demanda. Es un tipo de conocimiento gourmet progresivamente acotado. Se ha pasado de ser especialista en derecho mercantil a expertos concursales y ya están los súper abogados de concursos de sociedades cotizadas o de Holding o de grupos empresariales consolidados o de cooperativas.
La digitalización y la tecnología con la inteligencia artificial eleva y dinamiza el conocimiento a estados difícilmente previsibles y con una proyección inmensa. Y para elegir y aprovechar estas nuevas vías de crecimiento intelectual la base generalista es esencial.
Me gusta explicar el ejercicio de la abogacía en analogía con el entorno sanitario: médicos de medicina general, atención primaria, urgencias, pequeñas intervenciones, especialistas y cirujanos. Hay un reparto competencial, sinérgico, interacción y coordinación. Es un ecosistema para dar servicio.
En su formación los médicos parten de esa base general y es la experiencia práctica en realidad la que los especializa. Hay pacientes que “solo” requieren esa atención primaria, ese diagnóstico y tratamiento instantáneo o de urgencias, otros necesitan una atención de una cualificación muy determinada pero han pasado por ese primer análisis que agiliza y eficienta el siguiente paso.
Esa metáfora práctica es extrapolable y aplicable a la abogacía que necesita el panorama actual: generalistas de formación y acción que se especializan o cooperan y se conjugan con especialistas.
Sin embargo, en la medicina hay matices diferenciales a considerar. El súper cirujano se puede permitir la distancia con su paciente, incluso la desconexión del mismo le ayuda. Al cirujano o súper especialista jurídico le resta valor si cae en esa distancia.
En el sector legal la atención, la cercanía, la sintonía con el cliente son parte de la especialidad o del abogado generalista. Sin eso, se pierde su esencia y se descuidan habilidades que potencian cualquier conocimiento y le dan sentido. Incluso el entorno digital cuando se trata de abogacía va orientado a facilitar esa agilidad comunicativa y de proximidad, a esa accesibilidad para el cliente.
El sistema completo ha de comprender ese circuito de generalistas y especialistas, de generalistas para ser especialistas y de especialistas que parten de esos generalistas o lo han sido. Es un método, un modo de hacer derecho del siglo XXI, que es inclusivo, expansivo y completo, no excluyente.
Servir más y mejor, pasa por saber más y mejor, de todo y/o de cada cosa.