Abogacia Líquida, un nuevo concepto de la profesión (2ª Parte)

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La tendencia es “Clientecentrismo en grado superlativo”. Anticiparse y conectar con las necesidades y aspiraciones del cliente, proteger y salvar sus miedos y preocupaciones, desbrozar sus nuevos caminos de obstáculos, planificar y prevenir en términos jurídicos o recurrir a los métodos alternativos de resolución de conflictos, no es algo accesorio sino principal y esencial. Y no vale ya con parecerlo. Escuchar, entender y hacerse entender, antes que saber y exponer o dar por sabido. No solo se selecciona un abogado o un despacho se intenta localizar una forma de responder, accesible y rápida.

Un mundo en continuo cambio, una realidad y un marco competencial ambiguo, etéreo, digital, con nuevos negocios, nuevos modos de relacionarse, y nuevos modelos sociales, económicos y culturales, solo va a aceptar y digerir “abogados líquidos”, con una drástica flexibilidad, con esa capacidad de aprender y adaptarse para colarse en cualquier hueco y resolver cualquier necesidad. La especialización técnica o un conocimiento jurídico específico se puede buscar (la tecnología es ya una fuente inmensa y rápida para nutrir esos contenidos), o cabe recurrir a él en modo “cirugía” puntual, sin embargo la dinámica operativa demanda y valora más las soluciones tangibles, los tiempos de respuesta, la celeridad o la proximidad tecnológica. El factor humano se maximiza y se reduce a intervenciones más determinadas y acotados dentro de un proceso.

Los abogados somos también parte de la marca y la imagen de nuestros clientes. Ellos nos eligen y eso tiene una trascendencia reputacional recíproca. Y en esa elección entran en juego ya necesidades inauditas, actuales, imparables. Algunos seguirán agarrados a la mesa y la silla, y con ojos solo para la erudición jurídica y ocupación exclusiva en sus destrezas legales, pero la ola ya está aquí. Miremos como actúan los individuos, las empresas y miremos como actúan los abogados. Empresas de base tecnológica, relaciones mayormente digitales, tecnológicas, transacciones virtuales, operativas en la nube conllevan soluciones jurídicas acompasadas y acordes con esas dinámicas.

“Be water, my friend”. Ya lo dijo Bruce Lee. Adaptarse y aprender no es una opción. Anticiparse, encontrar el sitio, adaptarse a él, descubrir soluciones nuevas o reciclar las antiguas, es ya el único camino posible. Mientras pensamos que no será para tanto hay miles de personas descargándose contratos buscados en google, o interactuando con una inteligencia artificial, o interactuando virtualmente con abogados o un árbol de respuestas automáticas. El “pantallismo legal” va a pasar de ser un complemento a ser el sistema. Se está invirtiendo la secuencia de modo que lo presencial será accesorio y suplementario, y lo digital será la parte troncal del servicio o la atención primaria y de urgencias.

La propia Administración de Justicia, a empujones, está en su propio proceso de transformación telemática y digital. “Be water, my friend”: despachos y profesionales camaleónicos, versátiles, ágiles, tecnológicos, creativos. Encontrar la grieta en el muro, llenar un pozo, bañar una orilla, erosionar una roca gota a gota. Todas las formas del agua, el agua como forma.